4:42 A. M. Mensaje al celular:
Ando bien ebrio... no sé si irme o quedarme tu recomiendame q hacer.
Interpretación (mi interpretación)
Te extraño y a pesar de mis indecisiones, sé que puedo contar contigo. ¿Dónde estás?
Chale... lo que hace el alcohol.
Obvio, a esas horas estaba en mi quinto sueño... y cuando le respondí (a las 7.30 A. M.) sepa la bola donde estaría que ya no respondió.
Mejor ni me emociono ya que a la luz del nuevo día, todo eso se había borrado de su mente y yo de nuevo a esperar que sin alcohol en sus venas, se anime a decir lo que siente... lo que piensa.
Hombrecitooossss!!!!
5/4/08
1/4/08
Clavada en un bar...
Cuenta la historia que La Sufridita un día decidió dejar atrás sus ondas marcianas, demoniacas y depresivas y se aventó, desnuda, a la aventura.
Bueno, no desnuda del todo... Llevaba consigo su mochila donde guardaba unos lentes de sol y sus cigarros (alitas claro). Era todo lo que necesitaba.
Y ahí se paró, en mitad de la nada, pidiendo el clásico "aventón" a donde la vida la llevara.
Cual hoja al viento cedió a cuanta propuesta le hacían... Iba, venía, bajaba, subía y nunca se cansaba. Feliz iba de norte a sur, del mar a las montañas. A veces hasta "volaba" y eso mucho la excitaba.
Así estaba, cuando lo encontró a él, en un bar de un crucero. Al momento su mirada la cautivo. Era alto, fuerte y de ojos profundamente negros. ¿Qué más podía pedir? No el hombre de sus sueños, pero sí el de este sueño...
Y tomaron y bailaron y se besaron y todo envuelto en el humo de cigarros... Ese aroma a piel sudada con tabaco y pasto... Todo lo que ella queria... todo lo que deseaba, lo tenía en sus manos.
Una noche, después de sexo desenfrenado, despertó y ya no estaba a su lado... Corrió a buscarlo, al bar de abajo, donde por la tarde momentos de alegría habían pasado, pero no lo encontró, algo había pasado.... Y no le dieron razón, de cómo pudo haber pasado, simplemente se fué, mas bien, se lo llevaron.
Ahí quedó La Sufridita, sumida en sus recuerdos, las ganas de vagar se le quitaron y ese bar, donde había creído encontrar a su amor, en su hogar se había convertido ahora y para siempre.
Sí, clavada en un bar... con su imagen tatuada en su piel... la imagen de un amor frustrado.
Bueno, no desnuda del todo... Llevaba consigo su mochila donde guardaba unos lentes de sol y sus cigarros (alitas claro). Era todo lo que necesitaba.
Y ahí se paró, en mitad de la nada, pidiendo el clásico "aventón" a donde la vida la llevara.
Cual hoja al viento cedió a cuanta propuesta le hacían... Iba, venía, bajaba, subía y nunca se cansaba. Feliz iba de norte a sur, del mar a las montañas. A veces hasta "volaba" y eso mucho la excitaba.
Así estaba, cuando lo encontró a él, en un bar de un crucero. Al momento su mirada la cautivo. Era alto, fuerte y de ojos profundamente negros. ¿Qué más podía pedir? No el hombre de sus sueños, pero sí el de este sueño...
Y tomaron y bailaron y se besaron y todo envuelto en el humo de cigarros... Ese aroma a piel sudada con tabaco y pasto... Todo lo que ella queria... todo lo que deseaba, lo tenía en sus manos.
Una noche, después de sexo desenfrenado, despertó y ya no estaba a su lado... Corrió a buscarlo, al bar de abajo, donde por la tarde momentos de alegría habían pasado, pero no lo encontró, algo había pasado.... Y no le dieron razón, de cómo pudo haber pasado, simplemente se fué, mas bien, se lo llevaron.
Ahí quedó La Sufridita, sumida en sus recuerdos, las ganas de vagar se le quitaron y ese bar, donde había creído encontrar a su amor, en su hogar se había convertido ahora y para siempre.
Sí, clavada en un bar... con su imagen tatuada en su piel... la imagen de un amor frustrado.
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